China, un país inmenso no sólo en población, sino también en territorio. Es el tercer país más extenso del mundo, después de Rusia y Canadá. Tiene 22 provincias, 4 municipios directamente subordinados al poder central, 2 regiones administrativas especiales y 5 regiones autónomas.
Mantener la unidad de ese gran territorio y la cohesión de sus habitantes en torno a un gobierno central ha sido una de las principales tareas de los chinos en toda su historia. De las 56 nacionalidades reconocidas en China, la etnia han con más del 90% de la población es la mayoritaria, menos del 10% se corresponde a los otros 55 grupos, que componen las minorías.
Pero esas minorías atentan, más de lo que imaginamos, contra la unidad y la existencia del gigante asiático. De esos grupos minoritarios, se distinguen dos que aunque no tienen mucha población, si tienen mucho territorio e influencia histórica.
Los tibetanos, con su budismo tibetano y su propia cultura, constituyen un grupo especial, ubicados en la región autónoma del Tíbet, no sólo tienen el liderazgo del Dalai Lama, sino que ocupan un territorio de 1, 220,000 kilómetros cuadrados.
La etnia Uigur, de ascendencia turca y religión islámica, está ubicada en la región autónoma de Xinjiang, sobre todo en la ciudad de Urunqui. Ocupan un territorio de 1, 600,000 kilómetros cuadrados y aunque no tienen un líder independentista del prestigio del Dalai Lama, tienen a Rebiya Kadeer, considerada la líder del independentismo uigur.
Si esas dos minorías logran su independencia dan un golpe demoledor a China, desde el punto económico, geopolítico y cultural. Ocupan casi el 30% de su territorio actual y hacen frontera con 8 de los 14 países con los que China limita. Ya China no sería el tercer país más grande del mundo, sino el sexto. Gran parte del agua y la energía que consume la mayoría del este, surge en estas dos provincias: oleoductos y nacimiento de los ríos.
El contacto con el Everest, el techo del mundo, también ser perdería. China ya no sería el gigante, porque quedaría con menos territorio y recursos, con más densidad poblacional y por tanto mayor presión demográfica. Si todo esto fuera poco, la independencia de esos dos grupos, podría originar un efecto dominó con otras minorías de importancia histórica, como son la mongola y la manchú, dos grupos minoritarios que gobernaron el país mediante las dinastías Yuan y Qing, respectivamente.
No se precisa ser un experto en geopolítica ni en política internacional para saber por qué China no permite la independencia del Tibet y Xinjiang, por qué no les permite a esos pueblos, con origen, religión y cultura diferentes, que definan su propio destino apoyados en el principio de la autodeterminación de los pueblos. La respuesta es obvia, intereses, supervivencia, unidad ante todo, y quizás, con el permiso de Friedrich Ratzel, mantener el espacio vital que le permita a China seguir su carrera hacía la hegemonía global.
Publicado en el Listín Diario el sábado 8 de agosto de 2009, ver en:http://www.listin.com.do/app/article.aspx?id=110792
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