Lo que comenzó en noviembre de 1989 con la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania y culminó con el desmembramiento de la Unión Soviética en agosto de 1991, trajo consigo un nuevo orden mundial.
La República Popular China (RPCh) se estaba reencontrando con la comunidad internacional, después de una etapa de aislamiento como consecuencia de los disturbios en la Plaza Tiananmen en junio de 1989. Taiwán estaba dando los primeros pasos hacia la democracia electoral a la que se refiere Josep Schumpeter, preparándose para organizar sus primeras elecciones presidenciales populares que se produjeron en el 1996.
En ese contexto, tanto la RPCh como Taiwán entendieron pertinente asumir el diálogo con respecto a las posiciones que se sustentaban a uno y otro lado del Estrecho. En marzo de 1992, la Asociación de las Relaciones a Través del Estrecho de Taiwán (ARE), de la RPCh, presidida por Wang Daohan, y la Fundación de Intercambios del Estrecho (FIE), de Taiwán, presidida por Koo Chen-fu, realizaron el primer encuentro de trabajo.
Después de un largo proceso de discusiones, en noviembre de 1992, Wang y Koo llegaron a un consenso verbal sobre la base de que "ambos lados del Estrecho de Taiwán se adhieren al principio de una China y hacen esfuerzos por la reunificación de la patria".
A ese acuerdo se le ha llamado “consenso de 1992”, que en pocas palabras significa que para los chinos del continente, como para los chinos de la isla, sólo hay una China, esa China única e inconfundible, pero que cada lado la interpreta a su manera.
Para Taiwán esa China es abstracta, es historia, geografía y sobre todo cultura, pero la China política la vislumbra como una meta, que todavía no es realidad. Para la RPCh, esa China política es ya una realidad, asentada en un inmenso territorio que incluye a Taiwán.
Aunque fue un acuerdo verbal, ese “consenso de 1992” ha servido de base para negociaciones de acercamiento a partir de ahí. Quizás no se ha avanzado más porque el primer presidente electo democráticamente en Taiwán, Lee Teng-hui no reconoció la existencia de dicho consenso y peor aún, el presidente que lo sucedió en mayo del año 2000, Chen Shui-bian, lo reemplazó por su propia interpretación del consenso con la que justificaba su afán independentista.
Es el presidente Ma Ying-jeou quien retoma dicho consenso diciendo en su discurso de toma de posesión, “deseo reiterar que, en base al “consenso de 1992”, debemos reanudar las negociaciones a la mayor brevedad posible”.
En efecto, se reanudaron y cuando el mundo estaba observando con alegría el acercamiento, algunas nubes negras han traído consigo la oscuridad del desconcierto donde parecía que reinaba la luz de la esperanza.
18 años después de ese consenso verbal al que llegaron Wang y Koo, dos chinos, que simbolizan el amor a la patria china y anhelan la unidad de su pueblo, apostamos a que más temprano que tarde podamos hablar de que en efecto existe “una China” sin necesidad de interpretaciones.
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